martes, 27 de mayo de 2014

Recuerdos del pasado que nunca volverán

27 de enero de 2034. Son las siete de la tarde y por fin llego a casa, después de un agotador día de trabajo. Entro en casa y me tumbo lentamente en el sofá, ¡Por fin un momento de relax! Es tan cómodo preparar las clases de la próxima semana desde aquí, que no cambiaría por nada mi iPad.

Mientras preparo las presentaciones que llevaré, la próxima semana, a la pizarra digital y los ejercicios y prácticas correspondientes que mis "chicos" deberán enviarme, me relajo, y me vienen a la mente muchos recuerdos de cuando yo iba al instituto: ¡Pero cuánto trabajaba, y qué rabia me daba que me mandaran tantos trabajos semanales! ¿Y el peso que llevaba siempre en mi mochila, transportando libros de camino al instituto? Como vivía tan cerca... Si os digo la verdad, siento nostalgia al recordar ciertos momentos, como cuando el profesor me mandaba a conserjería, a pedir tizas, porque ¡sí, se acababan!, o cuando, a la hora de realizar un examen, el profesor, inmerso en su despiste, se olvidaba de traer los folios, y no le quedaba más remedio que ir a molestar a la pobre conserje ¡otra vez! para pedirle los 100 folios que le hacían falta para repartirnos... ¿Y qué me decís del dolor de muñeca que me daba después de una sesión de "Literatura española en la Edad Media" en el primer año de carrera? ¿Y las manchas de tinta en mis manos al utilizar un bolígrafo bic? Pero qué tan lejanos recuerdos... ¿Qué es un boli bic? Ya casi no recuerdo el olor a tinta, ni la textura de las páginas de mis apuntes al deslizar mis dedos por las hojas de un folio al finalizar mis clases... En la carrera sobre todo, porque en el instituto... La verdad es que en el instituto lo que más utilizaba eran aquellas montañas de libros interminables, encuadernados en tapa blanda e impresos en un papel un tanto suave, brillante... ¡Pero qué poco me gustaba transportarlos!
Hoy en día, echo un vistazo al presente, a mis alumnos, a su material, a sus actitudes... y vuelvo a mirar hacia el pasado, mi pasado, mi ambiente escolar, mis aulas, mis profesores... ¡Ahora soy yo esa profesora!. Y bien... ¿Dónde ha quedado mi pasado? Yo no soy ese tipo de profesora que manda al alumnado a pedir tizas, que tiene alergia al pesado polvo de la pizarra, ni que olvida los folios para repartir en un examen. Y no lo digo porque no sea una despistada y un tanto olvidadiza, porque todos tenemos pequeños defectos, ¿o no es así? ¡que ponga un tuit el que no los tenga! Y es que el sistema y las formas de educar en general han cambiado tanto, que ya ni nos acordamos para qué servían esos materiales, tales como los mencionados anteriormente. Pensemos en lo fantástico del nuevo sistema, en la comodidad de trabajar desde el sofá, como yo lo estoy haciendo, teniendo a mi alcance mi iPad, y en el ventajoso uso de la pizarra digital, de los libros electrónicos... Echando un vistazo al mío, puesto que, como ya os he dicho, estoy preparando mis clases de la próxima semana, pienso en cuánto habría agradecido tener uno de estos, la comodidad de llevar todo el temario de mis asignaturas y poder trabajar sobre este magnífico soporte, que apenas pesa doscientos gramos... Vaya, ¡con lo lejos que estaba el instituto de mi casa, y el dolor de espalda que tenía siempre!


Los modos de educar y los materiales didácticos que empleamos en el aula hoy en día han cambiado tanto y nos sentimos tan satisfechos, que a veces ni nos acordamos de cómo nos educaron a nosotros, sin nuevas tecnologías. Y parece increíble, ¿no es cierto? ¿cómo podía ser eso? Lo cierto es que, como podéis comprobar, recuerdo perfectamente cómo me educaban, porque de lo que siempre me he sentido satisfecha es de mi buena memoria, pero, realmente, ¿yo sería capaz de hacerlo así? Bueno, es momento de finalizar este viaje al pasado, que llego tarde a un importante evento, y el teletransporte de las diez está a punto de salir.

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